
Juan Manuel Repetto es el director del documental Otra condena
¿Puede existir una cárcel sin penitenciarios, sin armas ni rejas, donde los detenidos que cumplen condenas por crímenes graves vivan sin celdas, con las puertas abiertas a la calle, y donde las autoridades sean docentes, psicólogos y trabajadores sociales? Sobre estas cuestiones tratamos de indagar en el documental Otra Condena, que se acaba de estrenar, y en el cual registramos de manera observacional un sistema punitivo muy poco tradicional y desconocido en la Argentina, incluso para la mayor parte de los profesionales del Derecho. Es el Centro de Contención Moreno, en la provincia de Buenos Aires.
La película sigue los pasos de Sebastián que deberá cumplir una condena en el Centro de Contención Moreno, dependiente del Organismo Provincial de la Niñez y la Adolescencia, por crímenes que cometió cuando era menor de edad. La mayoría de los jóvenes vienen a este lugar desde Centros Cerrados, como se denomina a las cárceles para menores de 18 años. El traslado lo realizan penitenciarios, armados con itacas y acompañados por perros, y al llegar a la institución de Moreno, dirigida por civiles, se generan los primeros choques entre sistemas, porque nadie puede ingresar a ese centro de contención armado ni esposado. Una vez adentro, el primer contacto con los demás denetidos lo denominan “minuto de afecto”, en contraposición con “los dos minutos de odio” que describe George Orwell en su 1984. Sebastián es recibido por sus pares, quienes se presentan y le dan la bienvenida a este espacio de un modo ameno.
Sebastián buscará adaptarse a las normas de la institución, muy diferente al del sistema penitenciario tradicional, mientras conoce a otros detenidos y reflexiona sobre su pasado y la posibilidad de tener una oportunidad afuera. Pese a que corre el año 2018, y desde el Gobierno de Macri se reivindica la doctrina Chocobar, que habilitaba a las fuerzas federales a disparar sin dar la voz de alto, entre otros aspectos que implicaron un fuerte retroceso en materia de Derechos Humanos, para ese entonces en el Centro de Moreno se promovía un trato respetuoso, basado en el diálogo y tratando de reparar las ausencias del Estado, en un país como la Argentina, donde seis de cada 10 niños viven en hogares pobres, sin sus derechos básicos garantizados.
Para realizar este documental, desde 2014 visitamos diferentes cárceles de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, enfocados en conocer diferentes experiencias de trabajo de extensión universitaria con jóvenes menores (de entre 18 y 25 años). Hasta ese momento la película iba a situarse en una cárcel tradicional, donde estaban expuestas todas las contradicciones del servicio penitenciario y donde los jóvenes presos no podían vislumbrar un futuro posible más allá de las rejas. Pero esa película quedó frustrada por un conflicto entre los docentes universitarios con quienes visitamos las cárceles, y las autoridades del sistema penitenciario.
En la búsqueda de otros espacios para filmar, a fines de 2018 conocimos el Centro de Contención de Moreno, donde nos llamó la atención el modo de trabajo. Sus autoridades eran civiles, sin penitenciarios ni armas. Después de transitar muchas cárceles en los últimos años, y compartir experiencias muy violentas, nos costaba imaginar cómo existía, en el ámbito bonaerense, un sistema tan diferente y desconocido.
Me interesó mostrar en ese espacio cómo se puede trabajar con jóvenes que vienen de ámbitos muy violetos, sin que el sistema repita o extreme esa violencia, como sucede en un penal tradicional. En las filmaciones que realizamos, pudimos retratar un ambiente opuesto al estereotipo de vida carcelaria, violenta y corrompida, que imponen las ficciones que triunfan en la televisión y las plataformas. Observamos cómo, cuando estos jóvenes tienen una persona que los escucha del otro lado, que le da contención, de a poco se establece un marco de confianza que les permite reflexionar sobre sus vidas y los futuros posibles.
Esta película no busca poner al Centro de Contención de Moreno como un ejemplo. Sólo retrata un modo de trabajo que se implementó durante el tiempo que filmamos. Nos interesa mostrar ese abordaje y que el documental sirva para debatir sobre los diferentes sistemas carcelarios. Si estamos de acuerdo en que las cárceles sólo empeoran la situación de las personas, que nadie se convierte en una mejor versión de sí mismo después de haber transitado una experiencia tras las rejas, ¿por qué no se difunde un modelo distinto, que existe y que mostramos en nuestro documental?